Desde 1873, El Puentecito es un testimonio arquitectónico y culinario del Buenos Aires portuario. Nació como pulpería, a pocos metros del Riachuelo –por donde cruza un puente que une la Ciudad con la provincia de Buenos Aires– y con el tiempo fue un despacho de bebidas y un almacén, hasta convertirse en el tradicional bodegón que es hoy en día. De época y bien barrial, El Puentecito es un clásico. Cada uno de los detalles está perfectamente cuidado y suman a la experiencia: sillas thonet, mesas con manteles blancos y cobertores de cuero, bandejas de metal plateado y paredes cubiertas de fotos antiguas y banderines. Anotá las mejores opciones: omelette de alcauciles, costillas de cerdo a la riojana, mejillones a la provenzal, rabas y asado de tira El Puentecito. De postre: flan casero, queso y dulce, tarantella o un buen Don Pedro.