El Ópera se inauguró el 25 de mayo de 1872, con la ópera Il Trovatore. Fue el primero de la Ciudad que contó con iluminación a gas, un lujo para la época.
Pero la construcción actual no es aquella misma. Ese edificio se remodeló totalmente en 1889 y se instaló una usina eléctrica que le permitió autoabastecerse, todo un privilegio en la Buenos Aires de ese fin de siglo.
Y en 1936, cuando la calle Corrientes se ensanchó para convertirse en avenida, a pesar de que las propiedades que debían demolerse eran las de la vereda de enfrente, el dueño del Ópera aprovechó y construyó el tercer y definitivo teatro.
El arquitecto a cargo fue el belga Alberto Bourdon, quien priorizó una fachada art déco (inspirada en el Cine Rex de París), con capacidad para 2500 personas, escenario apto para diversos espectáculos y una pantalla de cine de grandes dimensiones.
Aquí actuaron Ava Gardner, Édith Piaf, Mina Mazzini, entre otros artistas internacionales, así como locales como Mercedes Sosa, Los Abuelos de la Nada (que grabaron su disco en directo), o Ariel Ramírez.
En 1997 el teatro se remodeló para albergar producciones de grandes musicales de Broadway y el West End. Su reapertura se hizo con La Bella y la Bestia, y luego, le siguieron Los Miserables, Chicago, El Fantasma de la Ópera, entre muchas otras.
En el siglo XXI, fue incorporando y cambiando de sponsors, lo que por momentos alteró su nombre. Hasta que en 2012, la Legislatura porteña aprobó una ley que lo declara monumento y preserva su nombre histórico: Teatro Ópera.
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