El Regina no es solo un teatro: es parte viva de la historia cultural porteña. Por empezar, tiene la particularidad de funcionar en el segundo piso del edificio que alberga la Casa del Teatro, una institución destinada a ayudar a artistas retirados y sus familiares en momentos difíciles.
Fundado en 1938 sobre la base de un proyecto del arquitecto Alejandro Virasolo —quien diseñó el edificio en 1936—, el espacio fue concebido desde un principio como sala teatral. Su nombre rinde homenaje a Regina Pacini, soprano y dama benefactora, esposa del expresidente Marcelo Torcuato de Alvear, y gran impulsora de la vida cultural de su tiempo. Fue justamente Pacini quien, en su papel de Primera Dama, fundó la Casa del Teatro.
A lo largo de las décadas, este escenario fue testigo de momentos inolvidables. Aquí debutó María Elena Walsh en el music hall con Juguemos en el mundo y, años más tarde, en 1975, se presentó, con localidades agotadas cada noche, El gran deschave, dirigida por Carlos Gandolfo, con las actuaciones de Federico Luppi y Haydeé Padilla.
En 2022 se hizo una puesta en valor del espacio, con la remodelación del acceso de ingreso y la recuperación de elementos originales. Incluyó un nuevo escenario y telón, retapizar las 350 butacas, ampliar la separación entre filas y aumentar la pendiente de la platea, mejorando notablemente la experiencia del público.
Pero más allá de las mejoras técnicas, el Regina conserva su alma. En su hall, enmarcando la entrada, dos murales de Benito Quinquela Martín —Descargando carbón y En plena actividad, ambos de 1928— siguen dando la bienvenida a quienes cruzan sus puertas. Pintados al óleo y cera, estas obras de tres por cinco metros son parte de un patrimonio artístico que el teatro honra y protege.
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