En 1943, el italiano Don José Pipián compró una parte del local actual. Veinte años más tarde, se tomó unas vacaciones de un año en su país natal y cuando volvió a la Argentina, sus hijos habían comprado el negocio contiguo. Así que unieron ambos salones y los transformaron en una gran pizzería. La familia siguió al mando hasta el año 1992 y la herencia gastronómica de los Pipián se mantiene intacta. La pizza es de media masa, los chops son bien fríos y tirados a la perfección.