El barrio de Retiro, en Paraguay 802, esquina Esmeralda, tiene una de sus confiterías más tradicionales: Saint Moritz. Su nombre evoca a una de las estaciones invernales más conocidas de Suiza.
En Buenos Aires, la confitería Saint Moritz abrió sus puertas en el año 1959. En poco tiempo se ganó la adhesión de una importante clientela. El acceso por Esmeralda era el utilizado para la venta al público. Masas, pan dulce y sandwiches de miga eran algunas de sus especialidades. Este servicio se brindó hasta 1986.
El espacioso salón de Saint Moritz está modulado por cuatro columnas centrales envueltas por espejos. Las mesas, cuadradas, están cubiertas con manteles rojos, y sobre estos otros amarillos con el nombre de la confitería bordado en rojo. Las sillas están tapizadas en el mismo color. Los muros, por sobre la boiserie, presentan varios afiches de Saint Moritz y dibujos de diferentes sitios de Francia. Por detrás de la barra principal, donde está la caja, las distintas botellas de whisky se muestran como un caleidoscopio. La otra barra, que fue la de venta al público de la confitería, mantiene como testigo al portarrollo, incluido el papel con que se envolvían los “tesoros” de la pastelería.
En los años 60 y 70 esta confitería era la elegida para tomar el té luego de la recorrida por las numerosas galerías de arte de la zona. Las mesas de Saint Moritz escucharon, entre otros, los diálogos de doña Leonor Acevedo y su hijo, el genial escritor Jorge Luis Borges, vecinos del local.
Recorré los barrios más emblemáticos.