La familia Thibon se dedicaba al cultivo de la vid en su Francia natal y trajo a Buenos Aires en 1935 sus conocimientos sobre el tema. Tres años después abrió el café que de nombre lleva su apellido y se destaca hasta la actualidad por su vinoteca. Pero no es todo: el café molido y tostado también se convirtió en un clásico para ser bebido en un ambiente agradable y con historia.