La calle Lavalle, nuestra primera peatonal, fue durante mucho tiempo la calle de los cines. Precisamente por esos tiempos, en 1962, abrió sus puertas Le Caravelle Caffe a la italiana, en Lavalle 726, a metros de la esquina con Maipú.
Hoy el Café se mantiene como entonces. Una sensación de placidez y de familiaridad atemporal nos invade. Sobre la pared de la derecha, enmarcados por una publicidad de Lagorio, cuatro
relojes iguales nos dan la hora en Buenos Aires, Roma, Madrid y Atenas.
Le Caravelle tiene dos barras, la izquierda corresponde al bar y sandwichería (tiene algunos bancos altos), y la venta de café en grano o molido. Por detrás de ella tres fotos iluminan el espíritu de la casa: una de Piazza Navona con la Fontana dei Fiume, con nuestro Río de la Plata incluido; otra de la fuente más grande de Roma: la Fontana di Trevi, aquella de la escena famosa de Marcello Mastroiani y Anita Eckberg en La Dolce Vita, película de Federico Fellini de 1960, y por último una de la escalinata que desde Piazza España, con ecos del poeta John Kyats, luego de 135 escalones, nos lleva hasta Trinitá del Monti Pincio.
La barra de la derecha corresponde a la cafetería propiamente, en su exhibidor buenísimas medialunas de grasa o manteca y manzanitas nos provocan. Aquí se consume de pie. En este sector una cafetera exprés Lagorio no deja de trabajar. Las tazas de café, tanto como las servilletitas de papel, tienen impreso el logo de Le Caravelle.
Los pintores Guido Cinti y Dante Anteo Savi, el grabador y arquitecto Alfredo Bollón, la fotógrafa Silvia Troian, el “bon vivant” Guido Gazzoli, lo mismo que los escritores Michele De
Nichilo y Claudio Sáez, entre muchos otros amantes del buen café, pasaron por este local.