La esquina de Almirante Brown y Olavarría es un típico bar de Buenos Aires con clima de bohemia. Al entrar, vas a encontrar una barra y vitrinas de madera y vidrio, un piso damero que se parece a un tablero de ajedrez, y paredes de ladrillos a la vista.
La ambientación está llena de recuerdos: hay un antiguo farol que el siglo pasado llegó a iluminar con kerosén la fachada, un televisor antiguo, un triciclo, una vieja máquina de café, instrumentos para esterilizar elementos de barbería y calentar toallas, carteles de chapa con publicidades del 1900 y botellas que no esconden el paso del tiempo.
Este café abrió sus puertas a principios del siglo XX, anexado a lo que comenzó siendo un almacén de ramos generales. A partir de la década de 1950, funcionó únicamente como bar y perteneció a Octavio y Prudencio, dos españoles que habían llegado en barco al puerto de Buenos Aires.
Cuentan que en Roma cantó Gardel y que fue siempre un bar concurrido por grandes personalidades, como Benito Quinquela Martín, el compositor Juan de Dios Filiberto, los tangueros Francisco Canaro, Eduardo Arolas y los payadores Hilario Cazón y Gabino Ezeiza.
Tras décadas de ser el escenario de charlas que arreglaban el mundo, estuvo cerrado desde 1998 hasta el año 2000. A partir de entonces y hasta hoy, el bar renació de sus cenizas.
Lo imperdible de este lugar son los desayunos y las meriendas, en especial las medialunas y los tostados. Y mirar a través de sus ventanales, para descubrir la magia de La Boca.
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