En la calle Junín y la Av. Quintana, a cien metros de la Iglesia del Pilar y del Cementerio de la Recoleta, este Bar Notable viene siendo lugar de encuentro de múltiples generaciones.
Por sus mesas pasaron intelectuales de la talla de Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo. También, deportistas de renombre internacional como Froilán González o Charly Menditeguy.
La Biela primero funcionó como un pequeño barcito, en una angosta vereda. Tenía sólo 18 mesas. En aquel momento se la conocía como “La Viridita”. Según cuentan, ese nombre surgió a partir de que uno de los vecinos del lugar salía a pedirles a los clientes: “No me pongan la moto que me rompen la viridita”.
Después pasó a llamarse “Aerobar”, en homenaje a los pilotos de la Aeronáutica cuyas oficinas quedaban justo enfrente.
Y alrededor de 1950, la historia dio otro giro porque a un grupo de amigos a los que les gustaba la velocidad y que acostumbraba a correr picadas por la zona tuvo un inconveniente: a Beto Mieres, uno de ellos, se le rompió la biela del auto justo en esa esquina. Entonces bajó del vehículo a tomar un café allí y todo el resto lo adoptó como su lugar. Juan Manuel Fangio, Froilán González, Charlie Menditeguy, Ernesto Tornquist, Eduardo Copello y Rolo Alzaga, entre otros corredores, empezaron a llamarla “La Biela Fundida”.
Finalmente le quedó La Biela y se convirtió en el escenario escogido por los amantes del automovilismo. Dicen que, como la Asociación Argentina de Automóviles Sport no tenía sede, decían que La Biela era “la secretaría”.
En la mesa que está justo en la esquina de Junín y Quintana, la mesa 20, vas a encontrarte con las estatuas en tamaño real de Jorge Luis Borges y Adolfo Bioy Casares, hechas por el escultor Fernando Pugliese. Era la mesa reservada para Bioy Casares que solía sentarse a almorzar y escribir.
Otro dato: prestá atención a las fotografías que están arriba de la barra porque son sacadas por el propio Bioy Casares para un libro de Borges.
Recorré lo más emblemático del barrio Recoleta.