La Academia es un tradicional local de la avenida Callao, que tiene tres sectores con personalidad propia. El primero de ellos, el más próximo a la calle, es el salón del café propiamente dicho, recubierto con una boiserie que le brinda mayor calidez. Luego, atravesando un paso central, llegamos a los siguientes. El segundo presenta tres mesas de billar sobre la derecha, mientras que a la izquierda se agrupan varias mesas donde los parroquianos juegan a los dados, a las cartas o al dominó. El último espacio, con aire de lugar para iniciados, como el corazón de un templo, ofrece doce mesas de billar y cinco de pool. Los guardatacos y el marcador con publicidad de Fernet Branca decoran funcionalmente.
Una moderna máquina pasa CD, reemplazante de las viejas y coloridas fonolas, permite elegir entre muchísimos temas.
Tan enraizada está La Academia con la vida cotidiana de la ciudad que muchos autores la incluyeron en sus relatos. “…Me paré y muy despacito campanié esa esquina que, a pesar
de los cambios, era todavía Callao y Corrientes. Me gustó. Más me gustó cuando vi abierta La Academia, ahí, a media cuadra. Había una concurrencia bárbara. Pensé que era porque justo
saldrían del cine, pero no, había toda clase de gente. Había sido un hermoso día, estábamos a principios de mes…”, escribió Oscar Leguizamón en La Grela. También Enrique Medina en
La esperanza infinita, Juan Terranova en El caníbal, y el gran Abelardo Arias en su libro IntenSión de Buenos Aires se ocuparon de La Academia.
En Callao casi Corrientes está la única Academia de la ciudad que nunca cierra, que siempre atiende a sus académicos.