El Montecarlo abrió sus puertas en 1922 y a lo largo de los años hizo todo lo posible para conservar el reducto como si el tiempo no hubiera pasado. Frecuentado por vecinos y visitantes ilustres, en sus inicios dicen que era el lugar preferido del Che Guevara. Se jactan de servir unas de las tazas de café más grandes de la ciudad.