Conocé al encargado del edificio centenario donde el Papa Francisco se cortaba el pelo
Hay un solo hombre que puede dar fe de lo poco que han cambiado las cosas a lo largo de los años en el Pasaje Roverano.

El actual Pasaje Roverano fue inaugurado en 1918, reemplazando a un edificio anterior que fue demolido para dar paso a la Avenida de Mayo. Este gran centro de oficinas de estilo ecléctico, que cuenta con una reconocida galería comercial, es un pasaje que une la Avenida de Mayo con Hipólito Yrigoyen y, según dicen, tiene muchos secretos curiosos. Pero hay un hombre que los conoce a todos.

Hábitos que duran décadas

A lo largo de los últimos 41 años, Omar Ruiz ha llegado a las 7 a.m. para abrir las puertas del edificio histórico y supervisar la entrada hasta su cierre y luego volver a casa. Comenzó como asistente de ascensor a los 17 años (con los viejos modelos de hierro forjado) para luego asumir la función de encargado, una ocupación típicamente porteña, que consiste en ser un cuidador-conserje que vela por el funcionamiento general del edificio.

"Me gusta acá", dice. "Pasé más tiempo acá que en mi propia casa y ya conozco todo de memoria: cada movimiento del edificio, cada cara que entra y sale. Es un edificio con mucha actividad", continúa. También es quien se encarga de recibir y clasificar cada entrega de correo y de resolver los inconvenientes que pueda tener el edificio. "Hay mucha menos correspondencia ahora, pero se siguen utilizando los buzones antiguos todavía. El edificio no cambió. Y está bien, porque se trata de un ícono histórico y realmente todo fue construido para durar", sostiene.

Los secretos del Roverano

Su hall central se utilizó para rodar varias películas, entre ellas La Señal (protagonizada por Ricardo Darín) y más recientemente un film sobre la vida del papa Francisco, quien cuando era el obispo de Buenos Aires solía cortarse el cabello en la barbería del edificio (un lugar que más allá de un cambio de propietario no tuvo una sola modificación estética en décadas). Otra curiosidad que muchos no saben: el Roverano tiene su propia entrada al subte de Buenos Aires. Sí, bajás unas escaleras y listo, te estás dirigiendo a la estación Perú de la línea A.

Y todavía queda mucho por descubrir

“Un día estaba pasando el tiempo con un imán y noté que había algunas partes de las barandas que se quedaba pegado y a otras no. Empecé a fregar y pulir y descubrí que había sectores pintados de negro que no eran de hierro sino de bronce”. ¿Cómo siguió la anécdota? Omar decidió quitar toda la pintura y restaurar la totalidad de las barandas para recuperar su esplendorosa esencia.

 

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