Frente a la Plaza Lorea y en la emblemática esquina de Rivadavia y Paraná, muy cerca del Congreso de la Nación, se alza el Teatro Liceo. Es la sala más antigua de la ciudad que queda aún en pie. Inaugurado en 1872 con el nombre de El Dorado, fue testigo del auge cultural porteño de fines del siglo XIX, cuando Buenos Aires se llenaba de suntuosas salas teatrales impulsadas por una época de esplendor económico y efervescencia social.
A lo largo de su historia, este teatro cambió de nombre varias veces —se llamó Goldoni, Rivadavia, Moderno— hasta adoptar definitivamente el de Liceo, en 1918. Por su escenario pasaron compañías italianas y figuras inolvidables como Luisa Vehil y Enrique Pinti, que dejaron huella en su historia y en el corazón del público.
Reconocido en 1986 como “Testimonio vivo de la memoria de la Ciudad” por el Museo de la Ciudad, el teatro atravesó momentos difíciles. En 1993, estuvo al borde del cierre. Fue entonces cuando el empresario Carlos Rottemberg lo rescató, conservando su nombre y su valor simbólico para la cultura porteña.
En 2006, una restauración a cargo del arquitecto Ariel Aidelman recuperó su estructura original, respetando su arquitectura y materiales históricos. Así, el Liceo continúa siendo un puente entre el pasado y el presente, un espacio donde la historia se aplaude cada noche, y donde la Ciudad vuelve a encontrarse con su esencia más teatral.
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