La riqueza y complejidad de algunos edificios vuelve difícil encasillarlos. En parte, influyó que sus tiempos de construcción fueran prolongados y cambiaran varias veces de arquitecto. Cada uno le dejó su toque personal generando un nuevo estilo porteño: el eclecticismo.
¿Acaso alguien se animaría a clasificar a la Parroquia San Pedro González Telmo? Su construcción llevó tres siglos, lo cual explica su convivencia de estilos. Primero estuvo a cargo del jesuita José Blanqui, arquitecto del Cabildo y representante del estilo colonial, hasta que en 1767 la orden fue expulsada de los territorios de dominio español. Pasó a depender de los hermanos Betlemitas, protagonistas en las “invasiones inglesas” por atender a los británicos heridos. Fue tanta la hospitalidad, que el coronel Denis Pack le regaló a la congregación un reloj de pie.
Para completar el eclecticismo, en 1931 se realizó una reforma completa en su fachada dándole un estilo barroco muy diferente al interior del templo. Además, entre las pinturas se destacan algunas obras de la escuela cusqueña, como la serie de Sibilas en la sacristía.
El Teatro Colón es uno de los mejores del mundo por su acústica y construcción. En 1890 se colocó la piedra fundamental, pero el sobrio proyecto de Francesco Tamburini se vio interrumpido un año después tras su muerte. El reemplazante fue Víctor Meano, hombre de confianza del antecesor, quien buscó imponerle un estilo del renacimiento italiano con distribución propia de la arquitectura alemana y la gracia del estilo francés.
En 1894 se estancaron las obras y recién retomarían en 1904 a cargo del belga Jules Dormal, ya que Meano había sido asesinado. El tercer –y último– arquitecto fue el responsable de la recargada decoración en detalles como el vestíbulo, el foyer, las escaleras y galerías. Se destacan su sala en herradura, los palcos a la usanza francesa y la platea que presenta una suave pendiente con el piso levadizo.
El Congreso Nacional surgió de un proyecto de ley del entonces presidente Miguel Juárez Celman, en 1889. Las obras se iniciaron nueve años después cuando la Sociedad Central de Arquitectos designó ganador del concurso a Víctor Meano. El arquitecto buscó combinar el academicismo francés con el clasicismo. Una de sus mayores osadías pasó por incorporar la imponente cúpula esférica realizada en cobre y con una altura de ochenta metros. Su interior está organizado por dos ejes perpendiculares: uno en el acceso principal y el otro ubicado en los accesos secundarios y el recinto de senadores.
Después de la fiebre amarilla de 1871 que dejó 14.000 muertos, el ingeniero inglés John Bateman fue contratado para realizar un proyecto de agua, desagües, cloacas y empedrado de la ciudad. En la zona alta más cercana de la población de ese entonces se construyó el Palacio de Aguas Corrientes, un depósito para abastecer a toda la ciudad con capacidad para 72.700.000 litros de agua. Dispuesto en tres niveles tenía 12 tanques y 180 columnas como parte de la estructura. Está revestido por una arquitectura académica que sugiere otro tipo de usos y espacios interiores. Desde 1978 funciona como sede administrativa.
De características similares, en el barrio de San Telmo se halla el actual Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca. Concebido originalmente como un asilo nocturno, la base es neogótica, ya que ese estilo solía utilizarse para construcciones religiosas, de salud o caridad. Sin embargo, también se vinculó el estilo Tudor, el renacentista y detalles neo medievalistas.
Una de las historias curiosas es que no está claro quién fue el arquitecto, pero las obras se adjudicaron a Andrés Vanelli e hijos. Posee una base de hormigón de piedra en la planta baja, carpintería de cedro, escaleras de hierro y mármol y un esquema tradicional de planta cuadrada. Si bien comenzó a construirse en 1912, desde 1938 modificó su uso para transformarse en una oficina de la administración pública.