Arquitectura art déco
Durante la década del 30 floreció un estilo simple, de líneas rectas y presente en diferentes barrios.

Luego de la Feria de Arte Decorativo en París, en 1925, un nuevo estilo arquitectónico se hizo presente en todo el mundo. La familiaridad con las construcciones francesas y el origen burgués de Buenos Aires fueron motores de una tendencia que se volvió frecuente en la ciudad al poco tiempo y funcionó como respuesta al sobrecargado art nouveau.

Los hermanos húngaros

Uno de los principales exponentes del estilo fue el arquitecto húngaro Andrés Kalnay. A fines de la década del ´20 construyó el actual templo  judío Beit Jabad. También estuvo a cargo de la confitería La Perla en 1930, que era muy concurrida por los vecinos que se acercaban al principal balneario de la ciudad en Puerto Madero.

En 1926, junto a su hermano Jorge, los Kalnay fueron contratados por el diario Crítica para construir un “palacio periodístico” sobre Avenida de Mayo, en uno de los últimos terrenos libres que quedaba de la tradicional calle. El interés de los húngaros en el arte precolombino se plasmó en ilustraciones del calendario azteca y ventanas con vitrales de motivos solares. La oficina del entonces director, Natalio Botana, está jerarquizada en el frente y tiene dibujos que refieren a las plantas aludiendo al “árbol del periodismo” y sus frutos.  

Referencias en las alturas

El edificio Kavanagh generalmente es considerado de estilo racionalista, pero dada la similitud de los movimientos, también puede ser catalogado como art déco. El estilo se caracteriza por líneas simples, formas rectas y estructuras octogonales en hormigón armado. Esto se puede ver reflejado en el Obelisco, uno de los principales exponentes del modernismo argentino y llevado a cabo por el arquitecto Alberto Prebisch. Con forma parecida, en Parque Patricios hay una torre que es el símbolo del Club Huracán. Sobresale de su estadio de fútbol, el Palacio Ducó, como un faro durante las noches y referencia clara para el peregrinaje de los hinchas que se acercan a la cancha todos los domingos.

En 1925, Nicolás Mihanovich proyectó la obra más alta de Buenos Aires: un rascacielos que funcionaría como edificio de renta. No pudo lograrlo, ya que le permitieron construir 80 metros, de esta manera, no superó al Palacio Barolo. Conocido por el apellido de quien lo encargó, tiene dos torres de siete plantas y una principal de 20 pisos con un mirador y un faro. Mihanovich quería que esto fuera lo primero que vieran los inmigrantes al llegar al puerto. Desde hace unos años funciona como el hotel Sofitel.

El Gran Rex y más teatros

La ola del art déco llegó a los escenarios porteños y sobre la avenida Corrientes comenzaron a florecer estos edificios. El más emblemático es el Teatro Gran Rex, llevado a cabo por el mencionado Prebisch en 1937. En su construcción se destaca la continuidad entre el exterior y el interior, el foyer con una superficie vidriada y solo cortada por una marquesina lineal. Este, como la mayoría de los teatros de la época, se caracterizó por la falta de decoración como una manera de alejarse del art nouveau.

A pocos metros está el Teatro Ópera, proyectado por Alberto Bourdon en su última etapa, ya que se había iniciado en 1870 pero fue interrumpido por la fiebre amarilla. Está inspirado en el Cine Rex de París y fue el primer teatro de Buenos Aires con iluminación a gas. También sobre la avenida Corrientes se encuentra el Teatro Metropolitan, que fue inaugurado un año después, en 1936. Preserva el mármol botticino de los muros, solados y escaleras interiores revestidos en piedra uniforme sin guardas ni bordes.     

Continuando con el art déco, el Teatro Empire sobre la calle Hipólito Yrigoyen fue inaugurado en 1934. Tiene subsuelo, planta baja y cuatro pisos altos, coronado por un relieve que dice “La Fraternidad”, uno de los primeros sindicatos del país.