Teatro Apolo

Conocé la sala centenaria que sigue latiendo en la Avenida Corrientes.

¿Sabías que en plena Avenida Corrientes hay una sala de teatro con más de 130 años de historia? El Teatro Apolo es mucho más que un escenario: es un testigo vibrante del paso del tiempo, las modas y los grandes nombres de la escena argentina.

Su historia comenzó en 1886, cuando Buenos Aires tenía apenas una decena de teatros. Sobre la angosta calle Corrientes al 1300 (sí, antes de que se ensanchara y se volviera la “calle que nunca duerme”, Corriente era una calle angosta), se levantó este espacio con una platea de veinte filas y 72 palcos, que pronto se convertiría en una parada obligada para compañías e intérpretes de todos los géneros. En marzo de 1892, el Apolo abrió sus puertas al público con una comedia de tres actos que tenía un título revolucionario para la época: "Divorciémonos", interpretada por la compañía de la española Concepción Aranaz.

Desde entonces, sus tablas recibieron a leyendas del teatro, la literatura y la música: los hermanos Podestá, Olinda Bozán, Guillermo Battaglia, Horacio Quiroga y Andrés Chazarreta, entre muchos otros. Entre sus paredes, la historia sigue viva.

 

Luces y sombras

Pero como todo gran relato, el del Apolo también tuvo momentos de drama. En 1958, la sala cerró y estuvo a punto de ser demolida para dar paso a un edificio comercial. La comunidad teatral, con figuras como Mario Lozano, Mecha Ortiz, Francisco Petrone y Narciso Ibáñez Menta, alzó la voz. Protestas, marchas y una reunión con el entonces presidente Arturo Frondizi derivaron en un triunfo inesperado: la sanción de la Ley Nacional 14.800, que protege los espacios teatrales en caso de demolición. Gracias a esa ley —y a la pasión de artistas y trabajadores— el Apolo pudo renacer.

En 1966, la cooperativa "Nuevo Teatro", liderada por la recordada actriz Alejandra Boero, lo puso nuevamente en funcionamiento. Durante esa etapa pasaron por su escenario artistas como Héctor Alterio, Enrique Pinti y Lucrecia Capello. Más adelante, convertido en cine-teatro y con distintos dueños, el Apolo pareció perder el rumbo. Hasta que, en 2008, una historia familiar cambió su destino para siempre.

Isabel Majdalani, artista plástica y productora teatral, impulsó la recuperación de la sala con la ayuda de sus hijos. Meses de obra intensiva transformaron nuevamente al Apolo en un espacio de primer nivel: se renovaron las butacas, camarines, el piso de madera original, y los sistemas de sonido e iluminación.

El gran regreso fue en 2009, con una apuesta a lo grande: El Rey Lear, protagonizado por Alfredo Alcón (quien además fue padrino de la reinauguración), junto a Joaquín Furriel, Roberto Carnaghi y Juan Gil Navarro. La dirección fue de Rubén Szuchmacher y la producción, de Pablo Kompel y Adrián Suar.

Desde entonces, el Apolo volvió a brillar con fuerza en la cartelera porteña. 


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