Caminando por la avenida del Libertador hacia zona norte, a las cuatro cuadras aproximadamente nos cruzamos con la av. Ortiz de Ocampo. Doblando hacia la derecha está la Residencia Ocampo (Rufino de Elizalde 2831), una casa de líneas puras con una particular historia. En 1929, Victoria Ocampo, una destacada escritora argentina, le encargó al arquitecto Alejandro Bustillo la construcción de su casa. Al mismo tiempo, consultó a Le Corbusier para un diseño más moderno y basó en él parte de la obra, lo que enojó a Bustillo, quien se negó a firmar el proyecto. Hoy funciona como museo del Fondo Nacional de las Artes.
Seguimos caminando en la misma dirección adentrándonos en el barrio de Palermo. Nuestra próxima parada es el Jardín Japonés (av. Figueroa Alcorta y av. Casares), construido en 1967 para agasajar a los príncipes herederos japoneses que visitaban el país. Este amplio espacio está realizado bajo el concepto nipón de liberar la mente de preocupaciones para llenar el espíritu.
A la salida, vamos a ver un monumento que ni siquiera muchos porteños saben que existe. Se trata de la estatua Caperucita Roja (av. del Libertador y Sarmiento), que fiel a la historia ficticia está en los bosques… de Palermo. Los bucles y la canasta son vigilados por el lobo feroz, que espera agazapado asomando la cabeza desde atrás.
Es momento de volver por la avenida Sarmiento hasta la calle Santa Fe. Para nuestro próximo lugar de secretos de la ciudad tenemos que tomar el subte. Nos subimos a la línea D en dirección a Congreso de Tucumán y descendemos en Juramento. Antes debemos prestar atención al piso de la estación Plaza Italia, donde hay un mural del mítico artista argentino Benito Quinquela Martín (“La descarga de los convoyes”), realizado por Constantino Yuste en cemento policromado.