“Loco, tenés que ir a ver La Bomba de Tiempo en el Konex”
“Cuando viajes a Buenos Aires, no te pierdas La Bomba de Tiempo”
“Fui al Konex cuando tocó La Bomba de Tiempo y estuvo increíble”
Frases como estas no han parado de llegarme de parte de mis amigos cada vez que volvían de haber pasado unos días en Buenos Aires. Sabía que no podía dejar de ir, las motivaciones y recomendaciones para hacerlo eran muchas.
(Agustín Suarez - Fotógrafo, Experiencia BA)
Fue entonces que unos de mis primeros lunes en la Ciudad agarré mi cámara y mi mochila, tomé la línea B del subte y me bajé en la estación Carlos Gardel. Llegué a escasos minutos de que empezara la fiesta. El show daba inicio a las 20h, la ansiedad del público se hacía notar. Yo sabía que estaba en el lugar correcto, en el momento más oportuno y con las personas indicadas para vivir una experiencia que daría de qué hablar.
Entre aplausos, ovaciones y personas que se abalanzaban hacia el escenario, aparecieron 14 tipos vestidos de rojo. Sin decir una palabra y de manera tranquila, este grupo de percusionistas empezó a dar los primeros golpes a los parches de los tambores.
Este es un espectáculo que lleva 16 años ininterrumpidos en el Konex, se transformó en un clásico de todos los lunes.
El ritmo empezaba a aflojarme el cuerpo; llevándome a entrar de cabeza en un ritual de ritmos improvisados. La gente que me rodeaba era el elemento que completaba el círculo. Comprendí que si no fuera por todas esas personas la experiencia no sería la misma. El baile nos contagiaba, nos unía y nos hacía compartir.
Sentí que a medida que transcurría el tiempo los músicos aumentaban la intensidad de sus ritmos haciendo subir la temperatura y la buena onda. Calmé la sed, porque era mucho el movimiento y calor de los cuerpos, con una birra bien helada.
A la mitad del show, un trompetista llegó al escenario para agregarle otros matices al ritmo que ya marcaban los instrumentos de percusión.
La fiesta duró dos horas. Pasaron tan rápido que no podía creer que ya terminara. Los músicos empezaron a irse pero no por mucho. El clásico canto de “Otra, otra” o “Una más y no jodemos más” los hizo volver a pisar el escenario con toda la energía y nos regalaron varios minutos más de ritmo. Aproveché ese bonus track al máximo, dejando salir las pocas reservas de energía que me quedaban, para bailar un buen rato más.
Llegó el final. Hubo muchos aplausos, risas y gritos.
Al salir de Ciudad Cultural Konex, con una sonrisa de oreja a oreja, descubrí que la noche iba a seguir: en plena calle, otro grupo de percusionistas se estaba partiendo las manos al tocar, ¡qué mejor idea que hacerles el aguante de compartir esos repiqueteos que llamaban a entregarse nuevamente al ritmo! Había mucha gente, los autos no podían pasar, tocaban bocina, algunos con bronca, otros con buena onda y ganas de participar.
Mi cuerpo ya notaba el cansancio pero no importaba, imposible dejar de bailar. Empezamos a marchar por la calles del Abasto bailando, riendo, compartiendo, éramos todos amigos.
Luego de un buen rato sentí que ya era el tiempo de volver, mis piernas me pedían a gritos que me sentara, ¡qué manera de empezar la semana!
Volví a la estación Carlos Gardel reviviendo mentalmente todo lo que había pasado. Ahora sí puedo decir que viene a Buenos Aires y no me privé de ver a La Bomba de Tiempo. Toda la experiencia superó mis expectativas. Voy a volver tantas veces como sea posible y a enajenarme con el sonar de los tambores.
Escrito por Agustín Suárez.
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