La tendencia de bares speakeasy, bartenders de antaño e ingredientes únicos con una alta dosis de creatividad posicionaron a la Ciudad de Buenos Aires como un protagonista global de la escena coctelera. Clásicos de la época de oro -las décadas de 1950 y 1960- como Pato, Clarito y AMBA 65 fueron redescubiertos; asimismo, otros tantos nuevos surgen a partir de materia prima argentina, como el malbec, la yerba mate y frutas de estación.
Hacé las veces de un gigante y disfrutá de un trago en uno de los grandes símbolos de la ciudad. Se trata del clásico zumbi tiki pero, en esta ocasión, servido en tal vez una de las tazas más originales de Buenos Aires: una réplica en miniatura del Obelisco. Su autor es el reconocido bartender Seba Garcia, quien afirma: “El Obelisco marca la unión de Corrientes, la calle que nunca duerme, con Buenos Aires, la ciudad que nunca duerme; entonces, teníamos que crear nuestro propio zumbi”.
El trago combina ron blanco y dorado, Triple Sec Carajo patagónico y Pineral, el aperitivo que tan popular se convirtió a comienzos del siglo XX y a quien, en 1905, el compositor Ángel Villoldo le dedicó un tango. A esta mezcla se le agrega limón, naranja, maracuyá, ananá y detalles de lemoncello. En definitiva, el trago perfecto para una noche que puede terminar en la mañana.
¿Te quedaste corto de tiempo para salir de la ciudad y escaparte por unos días al verde? Despreocupate. En el bar Parque ellos mismos te acercan el Día de Campo en una bandeja hasta tu mesa. En un giro conceptual digno de un álbum de Pink Floyd, este trago involucra la bebida por excelencia de la cultura gauchesca: el mate.
Mezclado con campari, naranja y coñac de damasco, el trago se toma con bombilla y hasta viene acompañado de un termo. Lo dulce de las frutas y lo amargo de la yerba mate hacen de este cóctel un auténtico tereré de copetín.
La tradición ecuestre argentina se mantiene viva con el Hipódromo de Palermo y el Campo Argentino de Polo albergando eventos de renombre. Incluso existe el Jockey Club, en Recoleta, una exclusiva asociación de antaño (y donde sus miembros son todos hombres). Sin embargo, el bar 878 en Villa Crespo es algo más accesible: se trata de un bar secreto que sólo podrás identificar por el número del edificio.
Este trago representa la cultura aristocrática de la ciudad y el legado ecuestre, canalizados en la combinación de Johnnie Walker Red Label con Legui (un licor único que rememora al jockey Irineo Leguisamo) y una pizca de miel orgánica. Vamos con un tip: probá también el Ferroviario Perfecto, que reúne un poco de lo que más nos gusta: Fernet, vodka, Punt e Mes y vermú.
Oriente y occidente se enfrentan codo a codo en uno de los bares más experimentales de la ciudad, en donde la palabra riesgo es una tentación para sus bartenders. Con el estilo y la elegancia propias de esta mansión de principios del siglo XX, Anasagasti fue declarado Patrimonio Histórico de la Ciudad.
El amorío actual de los porteños con el sushi tenía que dar sus frutos y en esta ocasión podremos degustar una bebida con wasabi, té verde de matcha, té de lapsang souchong, miel y una infusión de gin con aguaribay (un pimiento rojo nativo de Argentina). El ensamble final, casi como una obra de arte, lo convierte en uno de los cócteles más “instagrameables” de Buenos Aires.
El sainete fue una ópera cómica española que, en su versión argentina, retrató la vida de la clase trabajadora del sur de Buenos Aires, en donde vivieron millares de inmigrantes españoles e italianos hasta finales del siglo XIX.
La estética y ambientación del restaurante Elena del Four Seasons se inspiró en esas viviendas y el Sainete Criollo utiliza ingredientes propios de la época, con el jerez y romero provenientes del sur de España y el queridísimo Fernet de los italianos. Otra opción muy popular es el Teseo, que combina vino malbec de Mendoza con gin y tónica y unos toques de lavanda y granado.