El oficinista que se redescubrió creando cuchillos de ensueño
Un fabricante de cuchillos a medida convirtió una antigua oficina de Microcentro en un taller muy peculiar.

La oficina que mutó

Más allá de las herramientas y las máquinas caseras sobre los escritorios, más al fondo todavía, el taller poco convencional de Pablo Untroib en el bullicioso centro financiero de Buenos Aires pareciera traicionar a su vida anterior: los estantes repletos con carpetas, copias de antiguas cuentas e inventarios asoman amontonados debajo de una película de polvo.
 
Su espacio de trabajo solía ser una oficina típica del Microcentro de la ciudad, zona de bancos, empresas multinacionales e instituciones políticas. Después de la crisis económica de 2001, Untroib pateó los barrios porteños buscando clientes y, en un intento terapéutico de calmar la ansiedad, comenzó a afilar las hojas de los cuchillos en sus ratos de descanso. Con el tiempo empezó a engancharse con este oficio hasta que, casi como quien no quiere la cosa, las herramientas y las maquinarias comenzaron a tomar el control de su oficina. Esa es, un poco resumida, la historia de este gran maestro artesano.
 
 
 

Un artesano que confecciona sus herramientas

¿Pero aún así sabe dónde está todo? “¡Na, no necesariamente! Tengo que ponerme a ordenar. A todo el mundo le sorprende escuchar de un taller que está en el centro y ¡en un quinto piso!“, cuenta Pablo. Al parecer, la creatividad es algo que viene de familia: su abuelo León Untroib fue un gran artista porteño de fileteado -su trabajo se puede ver en muchos espacios de la ciudad, incluso en el subte- y él, desde una edad temprana, siempre disfrutó de hacer manualidades; incluso, él mismo diseñó muchas de las herramientas y máquinas de su taller: hornos, sierras, lijadoras y demases.
 
Hoy su pasatiempo aficionado se convirtió en una rutina de trabajo estricta que tiene sus propios flujos de trabajo. Pero aún así, Pablo puede hacerse el tiempo para armar una pieza para descontracturar la cabeza. En criollo, hay productos que hace simplemente por placer. “Si me canso de seguir el orden de mi lista de tareas y necesito una pausa, nada de salir a caminar o escuchar música: se la dedico a agarrar un cacho de acero de esos raros que traigo encima y creo un cuchillo para mí”, dice. “Mi recreo de hacer cuchillos es hacer cuchillos.”

Afilando sus habilidades

Este presente requirió de muchos ensayos de prueba y error. “Mis primeros 30 cuchillos los tienen amigos míos o directamente están en la basura porque eran errores con forma de cuchillo, pero con práctica de a poco vas mejorando. Llegó un punto en el que yo hacía lo que quería con la máquina y no lo que la máquina quería conmigo”, explica. Ahora tiene una lista de espera de 5 meses para entregar ejemplares personalizados y los modelos únicos que pone a la venta en su página de Instagram o Facebook vuelan en cuestión de minutos.
 
Argentina tiene una fuerte tradición de metalistería ornamental, pero Untroib apuesta por el diseño moderno y los cuchillos funcionales para cocinar y comer. Cuenta con varios chefs importantes entre sus clientes y esto lo conecta con esa otra gran tradición argentina: el asado. “Sé que hay cuchillos míos que nunca vieron un corte de carne porque alguien lo compró para poner en su colección, pero yo les digo: “Mandame fotos usándolo”. A mí me gusta que usen los cuchillos, y hay mucha gente que quiere invitar la gente a un asado y que el cuchillo sea el más lindo del asado”.
 
PEU cuchillos artesanales, Suipacha 834.
 
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