El alfajor es la golosina preferida de los Porteños. Por muchas variedades que presente, clásico hay uno solo: dos tapitas de masa, dulce de leche en el medio, baño de chocolate y punto. Si de favorito se trata, cada cual elige el propio y, créannos, todas las decisiones son válidas.
Hay tantos tipos de alfajores como gente que los come. De maicena, chocolate blanco, mousse, merengue, glaseados, frutales, simples, dobles, triples, con maní picado, copitos de cereal, coco o granas de chocolate. El universo es vasto, con innumerables recetas e ingredientes.
El alfajor es algo personal, no se comparte y también moldea nuestra personalidad. No por nada es la golosina que nos acompaña toda la vida: desde chicos en el recreo del colegio junto con una lata de gaseosa, en la casa de la abuela con un vaso de leche y, ya más de grandes, es el maridaje perfecto de un café o un té en la oficina.
El alfajor es tan fiel que nos acompaña en todas las estaciones del año. No hace falta que sea invierno ni verano, acá los comemos todo el tiempo. Precisamente, en la Argentina consumimos unos 1000 millones por año.
¿Porqué nos gustan tanto? Cada porteño te va a dar su versión. No sabemos cuál es la cierta, pero te recomendamos que cuando vengas lo pruebes, enloquezcas con su sabor y te lleves muchos de tu preferido de vuelta para casa.
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