En el vestíbulo del Teatro Ciego de Palermo un actor prepara a los invitados para lo que los espera. Todos escuchan con la última copa de vino en la mano y rodeados de paredes con fotografías de Jorge Luis Borges, Stevie Wonder y Ray Charles. El speech final deja al público azorado: "Lo que experimenten esta noche se llevará a cabo de la manera más completa, total y absoluta de la oscuridad".
El espectáculo comienza al saltar a un vacío donde los ojos no hacen falta. Abrazados, vacilando en los pasos y agarrándose de lo que uno puede, hay que ingresar. Los actores guían a los comensales, quienes actúan como niños temerosos: ¿hay que cerrar los ojos o mantenerlos abiertos? ¿Dónde están las personas conocidas? ¿Enfrente? ¿Al lado? ¿O en otra parte de la habitación?
“A Ciegas Gourmet” es una fiesta para todos los sentidos menos para uno. Comienza con la cena de siete etapas. Se come con la mano, de izquierda a derecha, lo que está en la mesa de cada uno de los espectadores. Si el primer bocado es dulce, le robaste el postre a tu compañero de al lado.
La cena es seguida de una comedia musical escrita por uno de los directores de la cooperativa de teatro independiente. Muchos de los actores son ciegos y utilizan diferentes métodos de aprendizaje para sus papeles: algunos apelan al braille y otros a grabaciones. La mayoría tiene experiencia ya que la obra está desde hace diez años en cartel y es el espectáculo más antiguo de este tipo de teatro.
-¿Estás ahí?
-Sí, ¿dónde estás?
La conversación se repite en diferentes partes de la sala. Algunos levantan la voz sin conocer la distancia de su interlocutor. Un señor ríe y no para. “¡Algo me rozó y me asusté!”, dice una chica y causa carcajadas a su alrededor.
“La gente vive una sensación de ridiculez que a menudo se convierte en algo divertido y de placer. La oscuridad produce inmensidad y las personas comienzan a hablar en voz más alta, incluso con gente que ni conocen”, dice el director de la obra, Esteban Fiocca.
Las personas suelen buscar una fuente de luz. Al no encontrarlo sienten temblor en las piernas y algunos padecen una necesidad imperiosa de tomar aire. El cerebro juega un rol determinante.
El espectáculo comienza en un torbellino de sonidos y otros efectos. Contar una historia con palabras, olores, tacto y otros efectos conduce a una mezcla caótica de sensaciones. Las cosas parecen rozar, las voces de los protagonistas se mezclan con la del público y las distancias pierden referencias.
Los actores nunca se detienen. Mientras una escena puede incluir a dos o tres en un diálogo, el resto del elenco produce los efectos. Ellos también son técnicos, mozos y generadores de sensaciones. Todo sucede en vivo.
"Es una experiencia única, y las personas se divierten y se van felices. Nosotros también. Aquí la mayoría hemos trabajado en la obra durante mucho tiempo y tenemos la misma energía y entusiasmo que siempre", amplía Fiocca.
Al salir de la sala, las luces de los bares de Palermo encandilan. Prescindir de uno de los sentidos implica valorarlo más al regreso. La experiencia ya fue completa. O en realidad no tanto porque, más allá del esfuerzo, uno se va sin conocer detalles de la sala, los actores y el alrededor. Pero en este caso, para disfrutar la degustación y la obra no hizo falta.
Más info: teatrociego.org
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