Existen las plateas, claro, pero en la Argentina los partidos se ven parados. ¿El plan ideal? Acudir a una popular, tribunas de escalones en los que miles de hinchas se agrupan (y mucho) para sentir el calor de la experiencia futbolera. Así que nada de quejarse: a llegar temprano y con las piernas bien frescas.
Al grito de “¡hay hamburguesas, hay chori!”, los vendedores del estadio y de sus alrededores tentarán a los fanáticos que pasen próximo a su perímetro. Recordatorio: el sándwich se pide completo y no se consulta jamás qué es lo que representa esta completitud. Hacete desear si querés, pero al fin y al cabo vas a caer en la tentación.
Pedacitos de diario, revista o lo que sea que lleves en tus bolsillos funcionarán de maravilla. Posiblemente te des cuenta vos mismo (tu campo visual se va a teñir de blanco), pero el momento indicado para lanzarlos es cuando los equipos ingresan al campo de juego. Cuanto más importante es el partido, más papelitos se tiran.
Hasta el más tímido de los fanáticos termina los partidos con la garganta disfónica. Un poco de actitud y buena predisposición son suficientes como para aprender los hits de la cancha. Suelen ser adaptaciones futboleras de canciones conocidas, así que no te sorprendas si el ritmo te suena conocido.
El primer módulo de la Cátedra Agite en el curso introductorio del hincha es levantar un brazo y moverlo sistemáticamente hacia adelante y hacia atrás. Luego, a medida que se acerca el comienzo del encuentro, notarás que la hinchada arranca a saltar. Ahora bien, el verdadero protagonista de la escena, el desahogo del día (o hasta de la semana), es el gol. Cuando la pelota golpee la red del equipo contrario el estadio empezará a temblar. Sobrarán las sonrisas y los saltos. Y, creenos, te darás los mejores abrazos de tu vida; algunos con los de siempre, claro, pero los más especiales son los que se comparten con desconocidos. Y con ese abrazo de gol darás comienzo a una relación única.