Descoloridos, sin ornamentos, altos, simples e integrados al paisaje urbano, los edificios de la arquitectura racionalista se contraponen con la Belle Èpoque francesa. Son tan fáciles de distinguir como difíciles de encontrar en las calles porteñas. Imponen, pero no son muchos.
El más emblemático es el edificio Kavanagh, frente a la Plaza San Martín, en el barrio de Retiro. Se inauguró en 1930 después de solo 22 meses de construcción, con una estructura de hormigón armado y 120 metros que lo transformaron en el más alto de Sudamérica. Su estilo escalonado se debe a las normativas vigentes sobre alturas máximas, aprovechando para construir terrazas y miradores. El estudio a cargo fue el de Sánchez, Lagos y De la Torre, contratado por Corina Kavanagh, miembro de una distinguida familia de aquel entonces.
En el barrio de Parque Patricios, la sede del Club Atlético Huracán sigue las mismas líneas racionalistas. Fue inaugurada en 1941 por el arquitecto Miguel Curutchet y allí se practica hockey, gimnasia y hándbol, entre otros.
Otro edificio del estilo, conocido como el “Palacio de los Deportes”, es el Luna Park. Con ventanas horizontales, líneas puristas y techos planos, su racionalismo dista del más tradicional porque posee un color rojizo. El “Luna”, como es llamado cotidianamente, se inauguró en 1932 con los bailes de carnaval y alojó momentos trascendentales de la vida política, social y deportiva. Allí se conocieron Juan Domingo Perón y Evita, fue velado Carlos Gardel y se casó Diego Maradona, por citar algunos ejemplos.
Precursora del estilo racionalista con su casa en Barrio Parque, Victoria Ocampo nunca imaginó que aquella innovación arquitectónica también influiría en dos icónicos hospitales porteños. En 1987 fue fundado el hospital vecinal de La Boca, que siete años después se reinauguró como Hospital Argerich. El segundo hospital racionalista es el Churruca, surgido en 1930. Tiene una planta de un bloque único, como marcaba la época, y el segundo volumen está por detrás. Su circulación es central y posee locales a ambos lados.
El matrimonio de escultores Raquel Forner y Alfredo Bigatti compró un lote en un remate de 1935 en el barrio de San Telmo. Contrataron al arquitecto Alejo Martínez, pupilo de Le Corbusier, para diseñar su residencia y taller con estilo racionalista. En la planta baja trabajaba él y en el segundo piso, ella. Como realizaba obras de amplias dimensiones, diseñaron un portón de entrada a medida. Hoy es una casa-museo con una biblioteca especializada.
Así como los escultores construyeron una casa funcional, en 1950 Juan Domingo Perón inauguró un edificio especialmente para alojar la Confederación General del Trabajo. Con un juego de volúmenes en las alturas, el arquitecto Jorge Sabaté fue bendecido por el entonces presidente y dos años después se convirtió en intendente de la ciudad. Actualmente, la construcción continúa gozando del aura peronista, pero la zona representa poco a los obreros: quedó próximo al lujoso barrio de Puerto Madero.