Arquitectura neogótica
Construcciones altas y de techos abovedados completan el eclecticismo porteño.

Durante el siglo XIX, en Europa se despertó una fiebre cultural por el regreso del gótico. En la última parte de ese período, la oleada alcanzó a Buenos Aires, que en aquel entonces  vivía una etapa de inmigración calificada.

Presente en las iglesias

Las construcciones góticas tienen una fuerte vinculación religiosa. La construcción hacia arriba era una manera de representar la búsqueda de Dios en el cielo, mientras que aprovechar la inmensidad de los espacios se consideraba una reverencia en aquellos tiempos. Los techos son abovedados y la fachada de arco apuntado. 

En Buenos Aires, la Iglesia de Santa Cruz, en el barrio de San Cristóbal, es una de las pocas de estas características. Cuando se inauguró en 1893, era una primitiva capilla de hierro, madera y chapas en una zona rural. Un año después, primero con el apoyo de empleadas domésticas irlandesas y luego con el de los más adinerados de la comunidad de ese país, se construyó la iglesia actual. Lo neogótico se expresa en el arco ojival, la intersección de dos bóvedas conectadas por líneas, el contrafuerte, los vitraux de grandes dimensiones y el rosetón en el frente.

De un ingeniero para futuros ingenieros 

Sobre la avenida Las Heras, en el barrio de Recoleta, está la Facultad de Ingenería. El proyecto fue realizado por Arturo Prins con la colaboración de dos jóvenes arquitectos italianos, que luego estuvieron a cargo de grandes edificios como la Galería Güemes, en el caso de Francisco Gianotti, y el Palacio Barolo, en el caso del joven asistente Mario Palanti.

Comenzó a construirse en 1912 para alojar la Facultad de Derecho, pero como no hubo avances en la obra hasta 1938 la abandonaron y desde 1950 comenzó a funcionar como casa de estudios de otra carrera. Dispone de un amplio hall central en búsqueda de la inmensidad y típicos detalles neogóticos: arcos ojivales, rosetones y pináculos. 

Pináculo, vitrales y escaleras de mármol

Sobre la plaza San Martín, la familia Haedo levantó su petit hotel en 1881, diseñado por Fortunato Passeron. Presenta una fachada neogótica con el tratamiento ojival de sus ventanas superiores y el pináculo en uno de sus lados. En su lujoso interior tiene pisos de roble de Eslavonia, vitrales, escaleras de mármol Botticino, paneles de madera en las paredes y uno de los ascensores originales más antiguos del país. Desde 1942 funciona como sede la Administración de los Parques Nacionales