El neoclasicismo sigue presente en la ciudad como si el siglo XVIII nunca hubiera terminado. En su origen fue la respuesta al barroco francés retornando a la arquitectura clásica. Los templos griegos –con columnas, arcos, frontispicios triangulares y planos que subrayan las jerarquías del espacio– son los ejes del estilo.
El frente de la Catedral Metropolitana, en Plaza de Mayo, es uno de los emblemas. Luego de un derrumbe, la iglesia pasó 26 años solamente con la fachada y sin interior. En 1791 se inauguró la planta nueva, realizada por Antonio Masella, y treinta años después, Próspero Catelin fue el encargado del actual pórtico con columnas de orden jónico. En su cuidado frontispicio está representado el reencuentro del patriarca Jacob con su hijo José.
Si hay un lugar que genera curiosidad en quienes visitan Buenos Aires es el Cementerio de la Recoleta, en uno de los barrios más elegantes. Fue inaugurado en 1822, pero en 1881 el entonces intendente Torcuato de Alvear le encomendó la renovación edilicia al arquitecto Juan Antonio Buschiazzo. Cuenta con un pórtico central neoclásico, doble hilera de cuatro columnas de orden dórico griego, que están flanqueadas por una pilastra. Sobre el coronamiento se lee “Requiescant in Pace” (descansemos en paz) y en el piso de mármol se puede ver la fecha de su inauguración y la remodelación.
Mucho más moderna, pero también llamativa, emerge la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires, a pocas cuadras del cementerio. En 1942 comenzó el proyecto, a cargo de los arquitectos Arturo Ochoa, Ismael Chiaporri y Mario Vinent, a quienes les pidieron una masa central clásica y monumental para la fachada. Ocupa 40.000 m2, tiene 14 columnas en su frente dórico y en el centro hay un aula magna para 1200 personas.
Con cuatro columnas menos, la Facultad de Ingenería comparte el estilo. En el barrio de San Telmo comenzó siendo sede de la Fundación Eva Perón, como muestra monumental de la presencia del Estado, pero luego modificó su uso. De aquel origen partidario son las diez estatuas que estuvieron en un principio refiriendo al peronismo.
En la misma década del 40 se construyó la Academia Nacional de Medicina, en la avenida Las Heras. Tiene menos columnas –sin estrías y rematadas por capiteles- y, a diferencia de las universidades, está rodeada de edificios. En el centro de su frontispicio triangular figura el Escudo Nacional junto a un grupo escultórico con diferentes símbolos. Allí dos cornucopias laterales representan la riqueza de conocimientos adquiridos por la ciencia, mientras que también hay mención a la medicina como acción humanitaria, la vejez de alguien próximo a la muerte, un cráneo que estudia anatomía y la ciencia natural y el orangután como la lucha entre el sentimiento y la razón.
Otro establecimiento educativo que sigue la misma línea es la Escuela Presidente Julio A. Roca. Nació como parte de un plan de construcciones escolares que se trazó en 1899. El arquitecto fue Carlos Morra, el mismo de la Biblioteca Nacional. Lo neoclásico se encuentra hasta en los detalles: por ejemplo, las rejas y las metopas de las columnas. Tiene seis esculturas y dos inscripciones en bajorrelieve que son una síntesis de lo que apunta la escuela: “Liber, liberat” (el libro libera) y “Spiritus literam vivificat” (El espíritu da vida a la letra).