El estilo francés es distinguido en la arquitectura y durante mucho tiempo le valió a Buenos Aires, el apodo de la “París de Sudamérica”. Lo que no muchos saben es que Italia también influyó en la construcción de edificios centrales de la ciudad.
El primer bastión es la Casa Rosada, sede del gobierno nacional. En 1873, el presidente Domingo Faustino Sarmiento decidió mejorar el edificio, principalmente con los jardines y adoptando el color que perdura hasta el día de hoy. En ese momento, el actual pórtico era una calle que dividía al edificio del correo con la sede del Poder Ejecutivo. Años después, el presidente Julio Argentino Roca mandó a unificar las construcciones con un pórtico realizado por el arquitecto italiano Francisco Tamburini.
Como era una época de consolidación del Estado, otras importantes construcciones adoptaron el distinguido estilo de la época. La Aduana (luego, demolida), la Casa de la Moneda, la Municipalidad de Belgrano (actual Museo Histórico Sarmiento), el Cabildo (que en 1940 retomó su estilo colonial) y los primeros grandes bancos de la “city porteña” son claros ejemplos.
En el sur de la ciudad, frente al Parque Lezama está el Museo Histórico Nacional. Adquirida a mediados del siglo XIX como residencia de Gregorio Lezama, el poderoso hombre que le da su nombre al espacio verde, decidió remodelar la casa existente. Fiel a un estilo italianizante neo renacentista, se destaca por su torre mirador y la galería que permiten magníficas vistas aprovechando la inclinación del parque. La decoración de los cielorrasos estuvo a cargo del uruguayo León Palleja.
Hacia el otro lado de la ciudad está el Centro Cultural Recoleta. El primer intendente porteño encargó al arquitecto italiano Juan Antonio Buschiazzo transformar un asilo de ancianos en un ejemplo de las ideas higienistas de fines del siglo XIX. En 1978 los arquitectos Jacques Bedel, Luis Benedit y Clorindo Testa lo reconvirtieron en un complejo museológico, donde algunos cambios llamaron la atención, como la capilla neogótica que actualmente funciona de auditorio. El edificio conserva dos claustros, el refectorio, la cocina y una fachada de estilo italiano renacentista.
En 1897, el mismo Buschiazzo llevó adelante el diseño y la construcción del Mercado de San Telmo. La Municipalidad de Buenos Aires había permitido que se estableciera un mercado en cada barrio. Su interior es de una planta jerarquizando el acceso principal en una de las esquinas, con un gran arco. Originalmente era una calle a cielo abierto, pero ahora tiene un techo metálico con una serie de pórticos de hierro y vidrio que forman las galerías.