Alguna vez dijeron que Buenos Aires es la París de Sudamérica, es cierto, pero también tiene rasgos de otras ciudades europeas. La influencia británica de la arquitectura se refleja en diferentes puntos de la ciudad. El barrio inglés en Caballito es un oasis de espectaculares casas en medio de un barrio populoso. Otro ejemplo es la zona residencial de Belgrano (Belgrano R), un área anglosajona con imponentes construcciones de los primeros trabajadores ferroviarios.
La famosa Torre de los Ingleses se transformó en la Torre Monumental después de la Guerra de Malvinas. Fue donada por residentes británicos en 1910 con motivo del centenario de Argentina. Su ubicación no es casual: durante muchos años significó la puerta de entrada para los inmigrantes que llegaban del puerto o de la estación del ferrocarril. Allí estaba antes la Usina de Gas del barrio de Retiro.
Mide 60 metros de altura, está revestida de ladrillos rojos y piedra labrada dividida en seis registros. La estructura se emplaza sobre un basamento con cuatro escalinatas y tiene un grabado de mármol donde se lee: “Los residentes británicos, al gran Pueblo Argentino Salud. 25 de mayo de 1910”. Entre la ornamentación se destacan emblemas del imperio británico como escudos de países, la flor del cardo, la rosa de la Casa Tudor, el dragón rojo de Gales y el trébol de Irlanda.
En su interior hay un ascensor vidriado que recorre los ambientes hasta llegar al sexto piso. Allí hay un espectacular mirador y, más arriba, está el reloj con un péndulo de 4 metros de altura y 100 kg. Alberga cinco campanas de bronce, incluyendo una de 7000 kilos y un carillón que marca los cuartos de hora y pesa alrededor de 3000 kilos.
Contemporánea a la Torre está la Embajada Británica, en la exclusiva zona de Recoleta, diferenciándose de los numerosos edificios de estilo francés que hay a su alrededor. Fue diseñada por los arquitectos Smith y Collcut y es el único edificio eduardiano que sobrevive en el país. Su construcción compacta y de cuatro bloques se explica porque el matrimonio Madero-Unzué la construyó como residencia personal y para que sus tres hijas continuaran viviendo allí luego del casamiento. En 1945 fue adquirida por el Reino Unido.
A fines del siglo XIX, la Argentina se convirtió en protagonista del mercado mundial como proveedor de materias primas. La competencia entre casas importadoras inglesas y norteamericanas llevó a que en 1884 la empresa Agar Cross construyera un edificio que sobrevive al paso del tiempo sobre la Avenida Paseo Colón al 500. Tiene una tradición formal y constructiva del arquitecto Richard Norman Shaw y un estilo caracterizado por el empleo de ladrillos rojos y detalles georgianos. Cuenta con carpintería de hierros verticales que recorren los tres niveles del edificio y una sucesión de pilares con arcos de medio punto en su basamento.
Más hacia el sur, en Barracas, la empresa inglesa Ferrocarril del Sud trasladó sus talleres a Colonia Sola en 1889 y construyó conjuntos de viviendas para los operarios que trabajaban en la estación de cargas. Los cuatro edificios presentan volúmenes de dos amplios faldones de tejas a cuatro gotas, galerías perimetrales, chimeneas de ladrillo y falso pans de bois. Las habitaciones del “Sola Workmen´s Dwellings” no tenían baños ni duchas, solamente sanitarios comunes.
La Colonia Sola sufrió el paso del tiempo y hoy en día no se encuentra en el mejor estado. El camino contrario vivieron los docks de Puerto Madero, que se construyeron como depósito y actualmente están en uno de los barrios más exclusivos de Buenos Aires. En 1991 la Sociedad Central de Arquitectos eligió tres propuestas para reciclarlos y transformarlos en un polo gastronómico con lujosas viviendas y oficinas.