Recién a fines del siglo XX las heladerías de Buenos Aires tomaron el hábito de estar abiertas durante todo el año. Antes de eso, sólo lo hacían en temporada de primavera-verano.
Ahora se convirtió en uno de los postres más elegidos: se come en cualquier época del año y a cualquier hora.
En la Ciudad, vas a encontrar desde elaboración artesanal y los gustos más tradicionales hasta propuestas con glamour y sofisticación.
Tenés opciones sin TACC y veganas. Podés pedir desde los tradicionales cucuruchos hasta divertidas paletas o sabrosos milkshakes. Con ingredientes agroecológicos o con eco innovaciones, como que los potes de 500 cc y 250 cc traigan semillas para luego ser utilizados como macetas.
La historia del helado en Buenos Aires se remonta al siglo XIX y va de la mano del hielo.
Sí, porque el hielo triturado era la materia prima. Para que existiera esta exquisitez antes hubo que conquistar el poder de mantener el frío y todavía faltaban muchas décadas para disponer de heladeras eléctricas. Tampoco había producción de hielo nacional. ¿Qué hacían entonces? Traían las barras de hielo cubiertas de aserrín en barco, desde Inglaterra y Estados Unidos. La primera fábrica de hielo en Argentina recién abrió sus puertas en 1860 y allí se multiplicaron las posibilidades.
A mediados de 1800, hubo bares que impulsaron la novedad de los “refrescos con hielo importado”.
Eran cafés y confiterías en las que se reunía la clase más pudiente de la sociedad de entonces. Algunos de los más conocidos fueron el Café de los Catalanes y el Café de Marco, dos lugares en los que se habían dado las primeras discusiones políticas antes de la Revolución de Mayo.
El Teatro Colón fue otra pieza en el rompecabezas de los orígenes del helado en la Ciudad.
Resulta que contaba con una heladera con capacidad para mil toneladas de hielo, y era allí que se almacenaban las barras con las que se abastecían los cafés y restaurantes.
El Café del Plata parece haber sido el primer local que incorporó los helados al menú.
Era 1855 y en la cocina de este bar ubicado en la calle Federación (hoy Av. Rivadavia) trabajaba un italiano que conocía la tradición de las cremas heladas artesanales, que ya eran todo un arte en su país natal.
La inmigración italiana de principios del siglo XX fue crucial para forjar la cultura de las cremas heladas.
Es que el helado había llegado a Italia en el siglo XIII, cuando Marco Polo regresó de su largo viaje a China (allí mezclaban la nieve de las montañas con miel y frutas). En 1660, el italiano Procopio inventó una máquina que homogeneizaba las frutas, el azúcar y el hielo. Por lo tanto, la comunidad italiana, especialmente la proveniente del sur de la península, abrió muchas heladerías en Buenos Aires. Los nombres de sus negocios hacían referencia a sus orígenes: Il Vulcano di Napoli, Uso Napoli, Uso Napoli, entre otros.
La primera heladería de Buenos Aires fue El Vesuvio.
La familia italiana Cocitori fue su fundadora y quien trajo a la Argentina la primera máquina de fabricar helados. El Vesuvio funcionó hasta el año 2021.
La segunda heladería en abrir sus puertas en la Ciudad fue Saverio, donde todavía podés ir a saborear un rico cucurucho.
Fue fundada 8 años después que El Vesuvio, en 1910, por otro italiano, Francisco Saverio Manzo. Según dicen, ambas heladerías se disputaban sus clientes. Con el mítico Carlos Gardel, la pulseada la ganó Saverio, porque el cantante era fanático de su helado de limón. Todavía en ese momento, Francesco tenía la heladería en el patio de su casa de la Av. San Juan. Fue allí donde empezó haciendo helados para compartir con sus vecinos y amigos, y ellos le insistieron para que convirtiera esas recetas en su fuente de ingreso. Recién en 1966, Saverio se mudó a un espacioso local a una cuadra de donde había nacido.
El Día Internacional del Helado se celebra el 12 de abril.
Eso es así al menos en Argentina, Estados Unidos, Chile y Canadá. En otros países se festeja el 18 de julio y, en otros, el 1 de diciembre.